¿Qué implica para los trabajadores tener a un mal líder?

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El liderazgo en una empresa es una de las cualidades más valoradas en cualquier compañía. Ninguna empresa busca a malos líderes. Sin embargo, la mayoría de los negocios, aún sin ser demasiado conscientes de ello, cuentan entre sus filas con malos líderes que pueden afectar negativamente al cumplimiento de sus objetivos. Entender lo que implica el concepto de liderazgo es clave para resolver el dilema al que se enfrentan estas empresas. La formación  y  fomentar ciertas cualidades suele funcionar en el corto plazo. Sin embargo, hoy queremos explicarte, basándonos en una gran obras de la cultura empresarial, lo que implica para los trabajadores tener a un mal líder. Lo analizaremos utilizando el libro "Los líderes comen al final", de Simon Sinek.

El buen líder y su relación con los trabajadores

Casi siempre que se habla de liderazgo se apela a las cualidades de esa persona y cómo mejoran la cultura empresarial o generan beneficios para la empresa. Sin embargo, esto es un error en sí mismo ya que el verdadero objetivo de un líder es mejorar al resto del equipo.  Los trabajadores, no son herramientas, son el mayor recurso de una empresa y un líder debe ser capaz de sacar el mayor rendimiento de cada una de esas personas.

El caso de Bob Chapman

chapman Uno de los ejemplos a los que apela la obra es el caso de Bob Chapman que en 1997 se puso al frente de la empresa HayssenSandiacre. Para él fue letal, descubrir tras varias entrevistas a sus empleados que prácticamente la mayoría creía que la empresa no confiaba en ellos, y ver la sensación de inseguridad que generaba la compañía. Era hora de dar un vuelco y fomentar la confianza y la empatía. Cuando no hay confianza ni empatía porque los líderes de una compañía no la generan (justo lo que ocurría antes de que llegase Chapman a la empresa) son varios los factores que se pueden apoderar de los grupos y equipos de trabajadores. Los más importantes se resumen en: intimidación, humillación, aislamiento, sensación de inutilidad y, rechazo. Todos ellos son amenazas internas que una vez se dan, afectan también al exterior de la empresa. Es decir, si las cosas no van bien de puertas para adentro, irán peor, tarde o temprano, de puertas para fuera. Si ni siquiera la compañía es capaz de convencer a sus propios empleados de ser el mejor sitio en el que pueden desempeñar su trabajo, ¿cómo va a hacerlo con sus clientes o frente a sus competidores? Para Chapman todo se resumió en que cada una de esas personas que se sentían perdidas en el interior de la compañía tenían padres y madres que se preocupaban por ellos. A partir de ese entonces, el líder debía ocuparse de ser una especie de figura paternal en el entorno de trabajo. Es decir, lograría no solamente la confianza y empatía necesaria para el desarrollo de las actividades, sino que iría más allá preocupándose en cada momento de su bienestar. Los resultados fueron asombrosos. Los empleados comenzaron a comportarse como si realmente estuviesen en una gran familia. La cooperación surgía por sí sola, y las averías y las ausencias se redujeron notablemente. Además, los beneficios de la compañía se dispararon pasando de los 55 millones que se generaban cuando Chapman asumió el mando a los 95 millones que se lograron al dejar la dirección. Un mal líder hace que los empleados quieran escaparse de la oficina siempre que puedan, que desconfíen, que no hagan su trabajo pensando en el compañero, ni tampoco estén dispuestos a ayudar a los demás. Las ausencias, los problemas técnicos y el bajo rendimiento son buenos ejemplos de cómo un mal liderazgo puede arruinar a una empresa. No es solo una cuestión de productividad y beneficios, que también, sino de generar puestos de trabajo que sean mucho más que una obligación del día a día.

Una nueva tendencia: El líderazgo 3.0

En 1997, cuando Chapman asumió el liderazgo de su empresa, Internet no había alcanzado su máximo apogeo y el término trabajo 3.0 aún no se había acuñado. Hoy, bien entrado el siglo XXI la tecnología ha avanzado mucho más de lo que Chapman o cualquier persona en los años 70 podría haber imaginado. Un buen  Líder debe ser capaz de adaptarse a los cambios y sobre todo, a la forma de trabajar. Las nuevas tecnologías y la comunicación online han cambiado los modos de producción. Aparece el trabajo remoto por objetivos y nacen los líderes 3.0. Un líder 3.0 es capaz de ejercer todas sus responsabilidades sin necesidad de tener un control férreo y continuo sobre sus empleados, aprovecha las ventajas de la contratación 3.0, sabe que el talento no entiende de fronteras ni de distancia y es capaz dirigir a su equipo hacia una mismo objetivo. Trabaja con expertos del otro lado del mundo

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